domingo, 15 de marzo de 2009

Un sueño inalcanzable.

Era de noche, y estaba perdida en mitad de la calle. Sola. Buscaba algo desesperadamente. Seguí mirando por todas partes, entrando en un callejón y en otro, y otro. Pero nada, doblaba la misma esquina varias veces. Seguía sin ver nada, excepto las luces de las pequeñas farolas de aquel lugar.
Agotada, sin ganas de seguir y dolorida, paré en una estrecha callejuela.Tras unos segundos de tomar aire, escuché pasos acercarse, y tuve miedo. Miedo del peligro, miedo de de estar tan cansada que no fuera capaz de levantarme a correrde nuevo. Cada vez más cerca...
La luz de la farola en la que me había refugiado le iluminó el rostro. Y una alegría, imposible de explicar con palabras, me inundó el corazón. Era él. Sus facciones angelicales se veían aún más hermosas bañadas por la luz de la luna. Su tez morena ahora se veía pálida.
- ¿Qué haces aquí?
Abrí la boca para hablar pero no se me ocurría nada coherente que decir.
...(*****)...
Mi mente repetía su nombre con un halo maravillado.
Se agachó a mi lado y me dió la mano. Aquel gesto hizo que abriera más los ojos, expectante. Cogió mi mano y tiró de ella para ayudarme a ponerme en pie. Quizás había tirado de mí demasiado fuerte, porque acabamos muy juntos, a pocos centímetros el uno del otro.
Me asusté de mis impulsos, sabía que no podía besarle, que él no sería el pimero en beber de mis labios. Maldije en silencio a aquella asquerosa arpía llamada Izáskun.
Solté sus manos y me alejé corriendo, con lágrimas en los ojos.
De pronto sentí unas manos agarrando mi cintura. Intenté desasirme de ellas, pero era más fuerte que yo. Me rendí cuando ya había agotado la poca energía que me quedaba.
Sollozando.
Me apretó contra contra su cuerpo, intentando, supongo, llamar mi atención.
Aflojó la presión que ejercía sobre mí y me hizo girar sobre mí misma. Cara a cara.
Sus ojos me miraban divertidos, y su color castaño oscuro se veía ahora más líquido que antes.
Yo le miraba preocupada. ¿Por qué? ¿Por qué jugaba conmigo? Aquello me dolía incluso más que decirle adiós.
Cerró los ojos y supiró.
- ¿Por qué...?
La pregunta quedó en el aire porque en cuanto despegué mis labios, me interrumpió, y trabó los míos con los suyos.
Sus manos subieron de la cintura al pelo. Y del pelo a las mejillas, acariciándomelas y retirando mis lágrimas de ellas.
El seguía besándome y esa sensación de victoria que sentí en un principio se vió eclipsada por el cariño que me mostraba. Le devolví el beso y me llevé los manos a su cuello. Con una respiración ahogada paré lo que él había empezado. Me separé un poco para poder coger aire. Mas él no me dejó descansar, enseguida volvió a apretar sus labios contra los míos. Y esta vez, más desesparada y abrumadoramente.
Puse las manos en su pecho, y él en cintura. Me presionó suavemente contra su cuerpo. Y al notar que de nuevo me quedaba sin respiración, inclinó la cabeza y me besó el cuello, lenta e inexorable.
No pude evitar acerle la pregunta de nuevo:
- ¿Por qué me haces esto?
- Porque me he enamorado de tí...
...
Pi-pi-pi-pi. Pi-pi-pi-pi.
Sonó el despertador. Todo había sido un sueño. Uno inalcanzable.


Cuando te sientes diferente, extraña y rechazada, buscas a alguien que te diga que eres especial, hermosa e inteligente. Aunque esto sea mentira. Entonces, es cuando estás buscando deesesperadamente el amor de tu vida.

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